cómo está la cosa, amigos, así leída y vista parece una película muy americana, de esas de sobremesa, de antena 3. un pobre inspector que sólo trata con delincuentes nacionales y, extraordinariamente, con algún extranjero buscado por nuestros colegas de la interpol, es incapaz de imaginar el panorama. y aunque, como decían aquellos que cantaban con acento, "mía que ehthá leho hapón", no hay muchas ganas de chistes. y no sabemos contar otra cosa que chistes malos, ya lo saben. esperamos que el protagonista consiga pararlo todo en el último momento, justo antes de que pase lo peor, y que luego se lleve a la chica atrapada, que luego resulta que es un pibón. lo esperamos de verdad, con la mano que tenemos libre en nuestro corazón de piedra. Por ellos, pero sobre todo, por el resto del mundo. lo que no deja de sorprendernos, son los debates que se abren por todo el mundo, opiniones de gente con traje y sonrisas, en internet, con una mano en el teclado y otra dentro del pantalón, o en los bares, tomándose una cerveza. ahora queremos solucionar el mundo, pasado mañana. amigos, ya lo saben pero se lo recordamos, de buen rollo, vivimos en un mundo de mierda, y lo único que nos libra de la mierda absoluta son esas pequeñas cosas, las de todos los días: quitar y poner las balas en el tambor del pistolón, ponernos el chaleco antibalas, atrapar a algún ratero, volver a casa y poder sentirse en casa. y en todo eso sólo hay un hilo conductor. la música, que suena en el coche, en la comisaría, en los cascos, en casa, en la mesilla. sin la música, y las prácticas de tiro, nosotros habríamos es estrellado el coche contra un muro hace mucho tiempo. aquí, en este país de risa, pero en pie todavía, la música sigue siendo la vida. nuestro silencio más clint para toda la gente para la que ni eso es suficiente, en japón, en libia, en badajoz o, por supuesto, en leganés.