Tuesday, March 23, 2010

giving up the gun

ay amigos, cómo nos gusta que hablen bien de nosotros. ¿a quién no? desde luego, es mucho mejor que hablen bien los demás que uno mismo. aunque ya saben que tampoco tenemos remilgos en empaparnos de saliva los cañones a las primeras de cambio. ya saben que el rock es en su mayor parte una tabla de ejercicios de vanidad disfrazados de rebeldía. pero suponemos que no mayor que cualquier otra parcela de la realidad: llevar una magnum en vez de un colt, o una chaqueta de tweed en vez de una de algodon. nosotros, por cierto, cumplimos los tres ejemplos. aunque la imagen es bastante rara: unos rockeros con una chaqueta de tweed y una magnum... corramos un estúpido velo.

el caso es que como dice luis lles, huesca fue un éxito de público. también de crítica. junto con burgos, la experiencia agnóstica más cercana a un dios. así que un buen resúmen, de menos a tope. de la tormenta perfecta, pasando por el regreso del invierno, el desastre murciano, el caos radiofónico y el éxtasis final. y lo mejor de todo, ahora, a preparar la siguiente excusa para volver a empezar. estaremos unos meses sin nada que decir, sin nada que contar, encerrados en la comisaría día y noche hasta dar con la fórmula. les mantendremos informados de todas las vicisitudes policiales. por cierto, tenemos un país musicalmente inocente. nos hemos vuelto con el maletero lleno de esposas, y los calabozos se han quedado bien vacíos. así podremos usarlos en estas noches en vela que nos esperan.

qué bonito, por cierto, que en las mismas líneas en las que aparece tu nombre hayan escrito nombres de verdad, históricos, valientes: dick dale, love... ya saben que la realidad es una amante nada romántica, así que, ¿para qué llamarla ahora? casi mejor borrarla de la agenda. qué puta que es. y qué verdadera. no hay forma de borrarla del todo. es como la esteban, que, como te descuides, te la plantan dos horas más del tirón. la mejor solución, amigos, es irse a la sala de tiro, ponerse una cinta de munición tipo mejicana a la cadera, engarzar la primera bala, y ¡¡pim pam pum!! hasta que el retroceso del arma te disloque el hombro. sí, la esteban sigue ahí, pero casi mejor acabar viéndola que seguir disparando.

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