¿para qué valen las agendas si luego las citas se van a cancelar? ¿para qué vale tenerlo todo controlado si estamos rodeados de caos? ay amigos, las preguntas de la vida, a veces nos encantaría estar infundibulados cronosinclásticamente, como decía el bueno y muerto de kurt vonnegut, para poder decirle a un plan: qué quieres, ¿que te planee? que lo haga tu puta madre, la plana (chiste). si pudiéramos saber lo que va a pasar seríamos mucho más tristes, pero los esfuerzos que ahorraríamos en no tener que planear nada que de todas formas no iba a suceder podríamos gastarlos en desplanear los planes, desdoblar las camisetas, tirar los cedeses por los suelos, arrancar las páginas a todas las revistas o tirar a la basura los condones sin usar. total, ¿quién decide cuándo suceden las cosas? amigos, menos mal que no podemos infundibularnos cronosinclásticamente, porque entonces no podríamos tener invitados en casa, ni poner el típico disco que necesitas escuchar en el típico momento, y además, tendríamos que tener todos coches familiares, tipo ranchera cuando menos. lo más para llegar a tu casa de la desordenada oficina, con tu coche ranchera en pleno desorden y tener que aparcar cuatro metros entre otros tantos desórdenes viales. llegas a casa con tus ocho churumbeles, te sientas encima de las páginas de tu primera penthouse que tienen justo debajo la edición original limitada del exile on mainstream y consigues decir:
- ¿qué hay de cena?
- no lo he pensado cari, mira a ver debajo de la mesa si queda algo de fuagrás.
la fantástica grabación de los clint se ha retrasado unas semanas, y lo estamos llevando muy, muy bien.
