este señor de portland, oregón, tiene la cosa de sonar como si hubiera habitado en los años treinta, antes incluso de que el rock se llamara roll. no vamos a decir que alguno de sus discos es una obra maestra, o un sublime ejercicio de estilo. eso se lo dejamos a los de la prensa "especializada" de este "país". pero si escucharan el "transfiguration of vincent", ellos tendrían que llevar reloj de bolsillo, y ellas, que tendrían que buscar enaguas por la casa de la abuela. o mejor, la verdad, escucharlo desnudos y abrazaditos.